Argentina, una vez más ante un posible giro brusco de timón. ¿Pondrán esta vez sus votantes fin al legendario populismo?
Por Alberto Navarro
1. Fin de ciclo del perón-kirchnerismo. El factor Javier Milei.
La prensa local e internacional de estos días no deja de señalar la enorme cantidad de desaguisados causados por el gobierno peronista del presidente Alberto Fernández, en los hechos bajo el mando de la líder, Cristina Kirchner, cuya facción controla hace ya veinte años el entonces partido político de Perón y Evita.
Por su carencia absoluta de proyecto, políticas, gestión y logros, este cuarto gobierno kirchnerista pareciera tener nulas chances de permanecer en el poder luego del próximo 10 de diciembre; según mediciones de opinión pública, el rechazo alcanza a casi el 80% de la población.
La incógnita acerca de quién será el elegido está lejos de ser resuelta todavía. Tanto aquí como en Wall Street desconfían del ascendente Javier Milei, un economista advenedizo en política, quien es visto por muchos como un populista de extrema derecha, pero que crece día a día en las encuestas gracias a su discurso “contra la casta política”. De ser un desconocido hace apenas dos años, Milei aspira ahora a tener un lugar en el ballotage, siendo que no hay periodista que no lo invite a hablar por radio o televisión, o encuesta que no registre su incesante avance en intención de voto. Además de haber conquistado a la juventud de todas las clases y condiciones sociales con su mensaje libertario, Milei recoge cada día mayor adhesión de prestigiosos referentes del empresariado, así como de sectores trabajadores medios-bajos que en otras circunstancias habrían quizás votado por candidatos peronistas. Su éxito es hasta ahora la mejor demostración de que muchos votantes argentinos están hartos de tanto fracaso y buscan un cambio radical que la política tradicional nunca les dio.
Mientras tanto, los herederos del expresidente Mauricio Macri (2015-2019) se disputan el liderazgo partidario de Juntos por el Cambio, coalición política no obstante con mayores chances de retornar al poder. Quién será vencedor en sus elecciones primarias del mes de agosto es aún una incógnita.
Lo cierto es que cualquiera sea quien finalmente gobierne Argentina seguro que no la tendrá fácil puesto que la herencia económica y social acumulada será más pesada que nunca, a la vez que las hordas kirchneristas harán lo imposible por boicotear cualquier intento de reforma estructural que se encare, tal como hicieron en su momento con las intentadas por el presidente Macri. Afortunadamente, ahora la situación podría ser distinta teniendo en cuenta que a partir de las últimas elecciones parlamentarias (2021) los sectores afines a Cristina Kirchner perdieron representatividad parlamentaria y todo indica que luego de las próximas elecciones seguirán cayendo.
El desafío aquí será que las propias circunstancias transformen a los seguidores de los Kirchner en una minoría a la cual la ley se le aplique como a todos los demás.
2. Las conditio sine qua non para comenzar a poner nuevamente de pie al país.
Lo primero y principal que pareciera imperioso hacer para ordenar el descalabro, será la baja urgente y abrupta del gasto público improductivo, sin lo cual no se podrá lograr equilibrio fiscal y bajar la inflación. Todo lo demás depende de esto.
Hoy la carga tributaria por sobre los contribuyentes alcanza un 33% del PBI, a la vez que el elefantiásico estado argentino no brinda hoy mínima calidad de salud pública, acceso a la justicia, educación o seguridad ciudadana. Cada vez que la recaudación impositiva no alcanzó, se recurrió a la deuda pública y cuando esta última fue incumplida una y otra vez, el país cayó en default, lo que implicó, entre otros costos, que hoy Argentina tenga vedado el acceso al mercado internacional de crédito, al menos a tasas razonables. Luego, el déficit se cubrió con emisión monetaria, causa estructural de la inflación, hoy ya fuera de control.
Pero, si pragmáticos, sabemos que recortar el gasto público implicará eliminar múltiples privilegios de las clases política y sindical, como también fuertes intereses corporativos. Ejemplos abundan: empresas públicas deficitarias, subsidios a las tarifas de energía que benefician a quienes podrían pagarla, jubilaciones de privilegio para políticos o a favor de quienes nunca aportaron al sistema previsional, una innumerable cantidad de congresistas, nacionales y provinciales, quienes cuentan con miles de asesores, pero que nada aportan al bienestar de la sociedad, etc. etc. Desde ya que también el otorgamiento con fines electoralistas de planes sociales, una cuestión particularmente delicada de desmontar atento a los millones de familias carenciadas que también los perciben. Solo en términos de empleo público en las provincias el costo salarial se duplicó en los últimos veinte años, consecuencia del clientelismo político.
Es así que en los últimos años no fueron pocas las voces de serios gobernantes locales (caso de Mendoza) que llegaron hasta plantear la secesión (independencia) de sus provincias ante las continuas exigencias de soportar déficits crónicos por parte de provincias gobernadas al estilo feudal por patriarcas peronistas. Sería el fin de Argentina tal como la conocemos.
Si la pregunta fuera entonces cuán rápido se puede avanzar con los recortes, no parece posible que lo sea ahora de forma gradual -menos dolorosa- como pretendió en su momento el presidente Macri. El debate entre shock o gradualismo parece pues irrelevante a estas alturas atento la falta total de crédito externo y de paciencia de una sociedad hastiada, que parece exigir reformas de fondo y ya. Un condicionante tan cierto y tangible, pero manipulado a la vez por quienes nada quieren que cambie, es la pobreza e indigencia que alcanzan en conjunto al 40+% de la población, mucha de la cual carece de educación o preparación básica para trabajar.
A no engañarse pues -ni continuar engañando al mundo: si no se toman medidas drásticas en tal sentido, Argentina continuará siendo un país con inflación récord (7% en el pasado mes de marzo y proyección 110+% en el año), devaluaciones bruscas de su moneda (más del 140% solo en el último año), absurdos controles de cambio y para el ingreso y salida de capitales que paralizan la inversión extranjera y el comercio exterior (la IED en 2022 fue la más baja en 20 años), con más de 150 impuestos distorsivos entre los cuales se destacan los que gravan exportaciones de alimentos, al extremo de paralizarlas, a pesar de revestir estos nuestra principal fuente de divisas. Ya se sabe que los populismos de izquierda en Sud América no se llevan bien con los productores agropecuarios.
Un ejemplo de estos altos costos lo simboliza el reciente fallo en New York sobre la estatización de la petrolera YPF en 2012. Por entonces, la presidente Cristina Kirchner presentó su expropiación al grupo español Repsol como un “logro para la recuperación de la soberanía nacional energética”. Lo cierto es que este juicio podrá costarle ahora más de 20.000 millones de dólares a los contribuyentes argentinos, una cifra que excede en más de diez veces las actuales reservas de nuestro Banco Central, a la par que el monto de la deuda pública -interna y externa- asciende casi al propio PBI del país. El fallo se fundamenta en que el país violó el estatuto de YPF que databa del año 1993 cuando la empresa fue privatizada por el gobierno peronista de Carlos Menem (1989-1999) … una forma más de apreciar lo difícil de entender “qué es” el peronismo y las distintas huestes que puede llegar a abarcar dentro de sí: desde la extrema derecha fascista de los años ‘40, a la extrema izquierda guerrillera -montonera- de los ‘70s; de erigirse en el partido de los trabajadores, a destruir la cultura del trabajo.
3. Qué resulta esperable.
El cuarto gobierno kirchnerista le deja una pesada herencia económica y social, no solamente al próximo gobierno, sino también a la futura generación de argentinos. Remontar los altos niveles de pobreza, crecimiento económico perdido y la confianza de inversores desengañados que hicieron write off del país, insumirá tiempo; años quizás.
Si bien pareciera que el nuevo presidente provendrá de filas macristas, la apatía y sensación de desesperanza de gran parte de la sociedad otorga una chance a Javier Milei, como candidato anti sistema, de devenir en nueva fuerza política, todo lo cual agrega al panorama de incertidumbre. Es de esperar que ambas agrupaciones políticas, incluyendo desde ya a sectores del peronismo moderno y racional, hagan de Argentina un país gobernable y con políticas de estado duraderas.
¿Se puede ser optimista? Desde ya que sí, pero en tanto y en cuanto en los primeros meses de gobierno el triunfador presente un plan económico, creíble y cumplible, con reformas de fondo, que aparejen la reducción sustancial del gasto público improductivo, la eliminación de controles y restricciones a los capitales y reducción de trabas al comercio exterior, a la par de llevar la inflación anual a un dígito para el final del mandato presidencial. Toda una tarea monumental. Lo mismo, contar una vez más con el apoyo financiero -y más estricto monitoreo- del FMI, los multilaterales y el gobierno de los Estados Unidos, cuya ayuda actual confirma el valor estratégico de Argentina para el hemisferio. Nunca me gustó la frase chovinista “¡Dios es argentino, che!”, pero por esta vez me gustaría saber que Él anda con la “10 de Messi puesta” …
Argentina cuenta con enorme potencial en sectores como la economía del conocimiento, infraestructura, energía, minería, turismo y desde siempre el salvador agroexportador. Hoy producimos la mitad de automóviles que en los años ´90; con solo volver a esos niveles el Fisco recaudaría 1% adicional de PBI. Ni qué decir del yacimiento de shale de “Vaca Muerta” en la provincia de Neuquén, que se presenta como “otra pampa húmeda” y aún espera inversiones que no terminan de llegar. Ni qué decir nuestra reserva de Litio -segunda del mundo. “It’s a matter of trust”, como decía el gran Billy Joel en su célebre canción y mejor videoclip.
Pero nada de lo anterior podrá lograrse sin priorizar la educación, a todos los niveles y estratos de la sociedad, sin lo cual Argentina no tendrá ningún futuro como Nación. La brevedad de este párrafo es inversamente proporcional a la importancia que la necesidad de promoverla, from cradle to grave, reviste como condición de nuestras aspiraciones.
Argentina necesita lograr un cambio duradero, sostenible y, sobre todo, en paz, que destierre las prácticas populistas de los últimos 80 años que tanto empobrecieron al país y lastimaron la confianza inversora. La madurez y paciencia del votante argentino se pondrá este año a prueba y muchos estarán observando desde afuera, empezando por nuestros vecinos sudamericanos.
La esperanza no se pierde nunca y menos aún cuando se cree haber tocado fondo y aparece luz al final del túnel.▪
Mayo, 2023.
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